miércoles, 15 de febrero de 2017

En los concurridos restaurantes de la capital, como La Virreina y La Gran Vía, encontramos el Fiambre potosino, de padre español y madre mexicana; las muy conocidas Enchiladas potosinas hechas a base de masa enchilada y rellenas de queso y salsa de tomate, y los Tacos potosinos, rellenos de queso, adornados con papas, zanahorias, lechuga y chilitos en vinagre.
Conforme bajamos hacia la Huasteca, en la Zona Media (Río Verde) vemos platillos como las Enchiladas rioverdenses, siempre servidas con una pieza de pollo de carne oscura y bañada con una sabrosa salsa de jitomate; aquí los dulces cambian y encontramos los batidos de cacahuate, que son unos piloncillitos mezclados con ajonjolí (pero si los quiere más finos, con nueces surtidas y pasitas), y las chancaquillas, tortitas hechas a base de piloncillo y calabaza de pepita tostada.
En la Huasteca, los platillos a base de pescados y mariscos son inigualables; tenemos, por ejemplo, la negrilla (un pescado de la región) cocinada de mil maneras; las acamayas, especie de langostino de agua dulce, ¿y qué decir de las regias ensaladas de palmito, que en esta región crece como plaga, y de los quesos de bola rellenos de crema? No podemos olvidar el gigantesco zacahuil, tamal que puede llegar a pesar hasta 30 kilos, al que rellenan con pollo y lomo de puerco y envuelven en hojas de papatla y de plátano, para luego hornearlo en horno de leña durante toda la noche.

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